martes, marzo 08, 2005

Putrefacción

Como si pedazos de mi quijada estuvieran descompuestos y cayeran, putrefactos. Un dolor angustioso que me hace sentir cada nervio, cada cable de dolor. Nunca imaginé que ese gran árbol con millares de raíces fuera de tal tamaño. Ahora tengo consciencia de cada raíz, el dolor hace que las vea y entienda, sienta a todas en un mismo instante, como un fotograma. Hablo y salen colores, rojos como el palpito de la encía. Pienso y mi vista se nubla de gris. Imagino el movimiento ritmico del dolor y termino oliendo a putrefacción. Ahora hay solo un sentido, el dolor. Mientras, siento corrientazos continuos de gran voltaje, embestidas de toro sobre mi diente.

lunes, marzo 07, 2005

Sobre

Con el corazón latiendo como si respondiera a mil estertores seguidos, llegué a la puerta. Me costó mucho sacar las llaves de la mochila, elegir la correcta. Un gran desespero, como si el mundo se estuviera acabando fuera de casa. Dentro, mi salvación. Finalmente encontré la llave correcta. La señora tejía en la sala. Me miró por encima de sus lentes oblongos en señal de saludo. Hice lo mismo moviendo mínimamente mis cejas. Suficiente saludo, me dije. Entré a la habitación. Retiré algo de caos de mi cama y puse allí la mochila. El sobre era blanco y estaba arrugado. Tantos empujones en los autobuses, tanto afán por llegar. La situación anterior se veía reflejada en los pliegues de ese sobre. Tres horas atrás estaba perfecto, impoluto. Ahora, y como me habría de comprobar luego, mi atroz influencia, mi sino, mi mal humor, había obrado en él: en tres horas casi destruido. Al abrirlo encuentro por fin las decenas de caracteres, el galimatías, que me había sido enviado desde España dos días atrás. La orden estaba clara. Debía seleccionar sólo los números, desechar los primos, usar el número resultante y luego destruir el papel. Contrario a las instrucciones tomé otro papel y empecé a copiar allí la respuesta. Solo los números no primos. Ya tenía el número correcto, veintisiete cifras. Y allí empezó mi verdadera pesadilla.

martes, marzo 01, 2005

Por qué el Papa sí es culpable

Algunas personas dicen que pobrecito el Papa, que por qué hay gente que lo odia, que qué intolerantes somos ante el Papa que "solo piensa distinto", que por qué si no estás de acuerdo con su forma de pensar lo criticas, incluso que bárbaros aquellos que insinúan que lo dejen morir paz (ya no hablo de eutanasia!)

De acuerdo, desear la muerte de alguien es excesivo. Pero es que el Papa no solo es un cura, no es una persona corriente. Es la persona que simboliza y mantiene (?) el poder de la iglesia que tanto hace por los pobres como prohibir el uso de condones, las pastillas, etcétera (sobre todo en los países pobres donde la religión suele estar mas enquistada en la mente de la gente).

Es aquel que tiene poder (lamentablemente) para empezar a solucionar algunos problemas mundiales pero con el retroceso que su institución y en particular su gobierno (cual rey) ha hecho todo lo contrario.

Lamentablemente las decisiones del Papa no son inocuas. Lo que piensa y hace tiene efecto directo en cientos de millones de personas (no digo en Europa donde la gente suele pasar de muchas de las directivas católicas).

El Papa es el personaje que representa a la iglesia católica y por tanto es la figura a la que podemos hacer responsable del desastre que esta cometiendo esa iglesia con la gente pobre (eso si que es un pecado y no lo que dicen que es)

Sin embargo todo eso no es suficiente para desearle la muerte, hasta que ves sus estragos en vivo.