Susto en Bricklane
Ayer estuve en el mercadillo de Bricklane. Me gustó. Es el típico “mercado de las pulgas” donde consigues desde una cuerda especial para aquella lámpara que tienes el desván hasta frutas a buen precio. De hecho fui con el plan de ver y terminé comprando algunas cosas. Mientras me comía un bagel, paseé por todas la calles, por cada tienda, cada escaparate. Vi relojes despertadores a “uan paund” (con polca como música matutina), cremas para la cara a cuatro libras, cuencos de frutas a una libra (no quiero hacer cálculos pero creo que las frutas son mas baratas que algunos mercados en los mismísimos países tropicales de donde provienen: ¿qué tendrán?). Móviles, móviles y móviles. Millones, usados. Había gente vendiendo teclados de ordenador viejos mientras se mojaban en la lluvia. Libros y revistas sin relación, licuadoras, pantallas de ordenador. Todo perdiéndose por la lluvia.
Estaba en ello, divagando, como cosa rara, cuando mi corazón entero casi sale por la boca por un estruendo: de repente escuché una explosión en una de las tiendas del mercadillo, una que esta aislada del resto. Era un sitio de reparación de bicicletas, de estos típicos con tejas grises onduladas. “Ruf-son-faia!!”, gritaba un tipo. Mientras mi mente desconectaba esta explosión con la de los atentados del año pasado, me di cuenta que era un transformador eléctrico que había hecho explosión. Tamaño susto.
Es curioso, pero donde vivo, y con mi mente infectada con cientos de estereotipos, signos y señales que me hacen relacionar con simpleza atroz algunas ideas con otras, percibo constantemente mensajes que uno tradicionalmente solo ve en la tendenciosa televisión, o en los periódicos. Veo mujeres totalmente cubiertas con telas negras, solo mostrando sus ojos. Señores con grandes barbas negras e hirsutas y con chilabas (¡en pleno invierno londinense!), música, llamadas a la oración de la tarde (un poco mas lejos cerca a Whitechapel), restaurantes bengalíes, alfabetos inexpugnables en algunos anuncios.
Con este panorama: ¿Cómo es posible dejar de relacionar inconscientemente esta pequeña explosión con un atentado? Gracias televisión, gracias prensa, gracias prejuicios.
Estaba en ello, divagando, como cosa rara, cuando mi corazón entero casi sale por la boca por un estruendo: de repente escuché una explosión en una de las tiendas del mercadillo, una que esta aislada del resto. Era un sitio de reparación de bicicletas, de estos típicos con tejas grises onduladas. “Ruf-son-faia!!”, gritaba un tipo. Mientras mi mente desconectaba esta explosión con la de los atentados del año pasado, me di cuenta que era un transformador eléctrico que había hecho explosión. Tamaño susto.
Es curioso, pero donde vivo, y con mi mente infectada con cientos de estereotipos, signos y señales que me hacen relacionar con simpleza atroz algunas ideas con otras, percibo constantemente mensajes que uno tradicionalmente solo ve en la tendenciosa televisión, o en los periódicos. Veo mujeres totalmente cubiertas con telas negras, solo mostrando sus ojos. Señores con grandes barbas negras e hirsutas y con chilabas (¡en pleno invierno londinense!), música, llamadas a la oración de la tarde (un poco mas lejos cerca a Whitechapel), restaurantes bengalíes, alfabetos inexpugnables en algunos anuncios.
Con este panorama: ¿Cómo es posible dejar de relacionar inconscientemente esta pequeña explosión con un atentado? Gracias televisión, gracias prensa, gracias prejuicios.
2 comentarios:
A los ingleses les falta la costumbre de la violencia. Se les entiende por ser un país tan pacífico... pero en tiempo de guerra (es decir, todos los días) no nos debería sorprender cosas como esas (es malo pensar así pero ¿qué se hace?).
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