sábado, febrero 24, 2007

Yo, Commuter


Un, dos, tres... despertador, despertar, esperar a que el corazón aumente su frecuencia de forma gradual, levantar! Un, dos, tres... desayuno.. un, dos, tres, bañarse, un, dos, tres, a caminar con paso rápido a la parada de autobuses, un, dos, tres, al bus, esperar, un, dos, tres, el buenos días en el trabajo, un, dos, tres, en el ordenador horas y horas, un, dos, tres, estrés, un, dos, tres, corta caminata de mediodía, un, dos, tres, mas trabajo, un, dos, tres, humano derretido.


Así han sido mis días últimamente. De esos que caen muy cerca de la categoría de lamentables pero que se salvan por algunos pequeños detalles como la buena música que permite perderse en la bahía de Nagasaki odiando Pinkerton mientras voy en el autobus, con los demás commuters, o disfrutar de un Tchaivoksy que ralentiza todo el agite de la ciudad, o los conciertos de piano de Rachmaminov que resuenan y vibran mas que el autobus de dos pisos, o el Papageno de Mozart burlándose de la carrera de ratas mientras canta su nombre como si de una gallina se tratara.