De nuevo en sintonía. He estado ocupado, tomando decisiones, asiendo de nuevo el control de mi vida, de mi tiempo por estos lares. No he dejado de liberar mi mente, que siempre termina embelesada con las extrañezas con las que vivimos a diario.
Hace algunos días me encontré hablando de dictaduras con gente del trabajo, como por cambiar la costumbre de hablar de finanzas, el tema surgió y parecía que todos tenían algo que decir. Será el hartazgo de hablar de brokers, transacciones, tasas de retorno y demás jerga que nos persigue para robarnos dignidad y tiempo. Pensé.
Uno de los tertulianos (si me permiten llamar tertulia a este engendro de conversación) justificaba a Stalin sin claros argumentos pero con extrema pasión. Ideas desestructuradas, con opiniones prestadas, sin posibilidad de una conversación sensata. El debate terminó poco después con un acuerdo tácito: "Tenemos ideas radicalmente opuestas y no merece la pena desgastarnos por cuanto no me importas". La escena sigue volviendo a mi mente, que trata y trata de entender, de descubrirle aristas que me ayuden a comprender.
Estamos tan acostumbrados (con una unanimidad apabullante) a ensalzarnos con las mieles de la libertad de expresión, de elección, de credo, de opinión; que con algunas matizaciones, damos por sentadas y, normalmente, acto seguido nos movemos a discutir las regiones donde se sufre, donde hay déficit de libertad, y en el mejor de los casos, a señalar excepciones aquí y allá.
La cantidad de información de la que parece que disponemos nos abruma y nos convence que estamos en una de las mejores eras de la historia de la humanidad, "Con un potencial enorme!"
¿Cómo vamos a ser libres de opinar, de escoger si lo que opinamos y escogemos es lo que opinan y escogen otros?
Vivimos en un orden donde nuestras opiniones son de botica, donde expresamos lo que pensamos en una o dos frases posiblemente prestadas, donde la opinión es utilizada como herramienta de pertenencia a algún grupo y no como una causa de ello. En ese orden donde tenemos muchos productos de dónde elegir rápidamente, como un McDonalds de ideas, moral de comprar, usar y tirar.
Esta es la sociedad perfecta para crear idiotas mentales, gente que se ciega con espejos, bisutería barata, oropel; ruidos y luces coloridas para entretener la parte mas banal del cerebro. Mientras, los verdaderos estímulos nunca llegan donde deben llegar, allá en los mas profundo de la mente, donde se forman opiniones personales (palabras que se me antojan oximorón).
Dejemos comprar moral, opiniones, criterio en el supermercado y fabriquémoslo nosotros mismos como nos de la gana pero creando una estructura personal para determinar, lo bueno, lo malo, como gastar nuestro tiempo, qué hacer, en una palabra: VIVIR!.
Sin una estructura mental coherente no podemos filtrar la inmundicia de lo útil, no podemos escapar del rebaño en el que nos encontramos, jamás podremos ser Personas y como consecuencia decidir con autenticidad qué pensar y cómo usar nuestro tiempo en este vividero. Leamos, leamos!
PS: Callas me tranquiliza los sábados.