lunes, septiembre 25, 2006

El Manual

A veces imagino esa cadena de producción humana de Un Mundo Feliz. A veces imagino que existen, que son muchas, que están por todo el planeta y que usan distintos métodos para generar varias clases de humanos según la necesidad. No físicamente, sino intelectualmente. Al final de la cadena unos funcionarios vestidos de blanco ponen los manuales de vida en las cunas de los bebés. Es EL manual que debe seguir durante su vida. Que pensar, que hacer en aquella y esta otra situación, en que seres imaginarios creer, contra que luchar, que genera placer, que no... todo. Instrucciones para no tener que preocuparse en seguir caminos desconocidos, altamente riesgosos, o aún peor, mortales. Algunos pocos rompen el manual en cuanto descubren la farsa y miran con estupefacción al resto. Ese resto que sigue las instrucciones estrictamente, esperando algo interesante en los últimos capítulos, en la últimas páginas, sin saber que no hay nada, absolutamente nada.

Y luego me confundo y no se qué es real y qué es pura imaginación.

viernes, septiembre 15, 2006

De Pelos

Yo también tengo amigos imaginarios. Si, como casi todo el planeta, que piensa, rompe, asesina, trabaja, baja, besa, come, se reproduce, calla, enamora y engaña, mientras siente que es observado por al menos un ser imaginario (¡vaya un voyeur!). Yo no podría actuar distinto, por supuesto. Los míos no están allí todo el tiempo, poniendo o quitando cáscaras de banano por donde voy sino haciendo sus cosas como todo el mundo.

Por ejemplo, está Joaquín, que no tiene que trabajar y dedica seis meses de su vida a viajar por donde le da la gana y otros seis meses preparando el siguiente viaje. Joaquín, tiene el vicio (tengo que llamarlo vicio) de ir al barbero por donde quiera que va. Yo siempre le digo que es la razón por la que se tarda tanto en cada sitio: esperando que le crezca el pelo un poco. Porque si algo hay que decir de Joaquín, es que es muy respetuoso con la gente y no va a andar por ahí, pidiendo cortes de pelo sin necesidad.

Tiene mil y una historias que contar y solo escuchándole hablar de los barberos, se puede, uno, estar horas y horas. Cómo olvidarse el barbero risueño de El Cairo, que tardó mas de dos horas en terminar. El de Estambul que no paraba de hablar de su hijo médico. Del barbero, en Sevilla, que en el verano no solo corta el pelo sino que hace la afeitada perfecta (dice que el calor abre los poros). El peluquero en Ulán Bator que usa dientes pulidos de camello para arrancar el pelo sin dolor mientras duerme al paciente hablando ese dulce idioma que hablan por allí. La peluquería con masaje de pies y manos simultáneo en Costa Rica. Ha puesto su cabeza a disposición de peluqueros filósofos, dentistas, chamanes, políticos frustrados, bomberos, y hasta un taxidermista. Todo el mundo sabe cortar el pelo, dice.

Joaquín, como muchos calvos, siempre anhela tener mas y mas pelo. Yo siempre le digo que no tiene que buscar explicaciones absurdas para sus viajes, pero me dice que no es eso, que son maneras, métodos de relacionarse con las comunidades locales para poder empezar el viaje de verdad.

Así que si ven a un calvo por allí, hablando con acento extraño y mostrando sumo interés por charlar, llámenlo Joaquín, igual estámos de suerte y estamos sincronizados, pensando en lo mismo.

martes, septiembre 12, 2006

Distopías

La mayoría de las llamadas distopías de ciertos libros (cine, teatro, óperas), nos generan cierto asombro, que por lejanas e irrealizables, es temporal. Dura mientras se lee el libro o se acaba el espectáculo. Pero ¿Por qué nos embelesan tales historias como magos a un niño? ¿Será porque representan mundos lejanos o difícilmente realizables a corto plazo pero nos acongojan igual?

Generalmente esas historias muestran implícitamente la versión normal de la sociedad para poder compararla con la otra, la distópica. Un puro truco comparativo pero útil.

Esas comparaciones se me antojan erróneas en muchos de los casos, porque ubican al receptor de la idea lejos de la sociedad distópica y cerca de la normal. Exactamente el mismo efecto cuando toda la sala del cine se siente muy cerca del héroe y odia al villano en la película de turno.

Pero, si miramos con detenimiento, la nuestra, la sociedad actual, se parece mas a la sociedad que no deseamos, a la que se usa como metáfora para transmitir la idea, la hipotética sociedad indeseable; que a la otra, la supuesta normal o deseable.

Miren ustedes esas sociedades cercanas con las que intentan mostrarnos, por efecto comparativo del blanco sobre el negro, el problema, el temor de que la sociedad ideal (y actual) se transforme en esa que todos quisiéramos evadir. Mírenlas y háganse ustedes preguntas como:

¿Qué tienen esas sociedades extravagantes que no tenga la nuestra?
¿Se parecen las sociedades positivas, ideales y/o deseables, y la actual?

La primera pregunta se respondería en la mayoría de los casos con casi todo y la segunda con casi nada.

Es como si usáramos un telescopio al revés.


PS: Perdonen el uso reiterativo de la odiada palabra normal (tema a tratar un día de estos)

martes, septiembre 05, 2006

Uniformados (I)



Desde el principio del todo han aparecido fuerzas homogenizadoras subrepticias. Energías potentes que como bisturí, separan las malas manzanas de las buenas, uniformizando, adocenando conciencias. Las arrugas no están permitidas. Si en algo estamos de acuerdo en estos tiempos alienantes, es que no nos gusta la diferencia, lo realmente diferente porque actuamos contra ella, todo el tiempo. Vil mundo el que nos tocó que presume de individualismo y diferenciación siendo el menos individualista y menos diferenciador que pudo haber existido.

Modernidad, futuro, progreso, promesas de paraísos aquí o en el mas allá; eso es lo que compramos con la moneda mas cara que existe: nuestra vida, nuestro tiempo, aquí en el mas acá. De eso vivimos, es nuestra gasolina diaria, lo que nos hace querer salir día tras día de nuestra pequeña liberación que es el dormir. Esa es nuestra falsa llama de vida. Yo sueño con levantar mi vela al viento para que él lo apague por mi.

Peor que no ser libre es creerse libre falsamente.

lunes, septiembre 04, 2006

Descriptible en 71 palabras

Yo conocí a una persona que se inflaba de cocaína, alcohol y porros los fines de semana; y que le daban pavor las redes inálambricas porque “podrían producir cáncer”. En los momentos de resaca odiaba la globalización e iba a una que otra manifestación a favor del comercio justo o Palestina. Vestimentas alternativas para no pasar desapercibido. Pelos al viento. Gafas oscuras a la moda e hiperactividad al hablar. Poca concentración.

sábado, septiembre 02, 2006