Se siente un profundo desasosiego al ver a la humanidad tratando de confiar toda su vida a las máquinas, toda la información que creamos, termina yendo a los ordenadores que, con un simple clic, explican tu vida, tus costumbres, tu entorno a cualquier ojo. Con el tiempo, cualquier persona podrá ser juzgada antes de conocerla, antes de poder tener la opción de presentarse como somos, seres impredecibles, que en un momento pensamos algo y al siguiente lo contrario.
Nosotros mismos nos encargamos de reducirnos a una simple estadística, a un simple perfil fácilmente clasificable en patrones. Hasta hace poco, los estados y grandes empresas tenían acceso a esa información, hoy no solo ellos, todo el mundo (al menos el desarrollado) puede saber sobre ti sin ni siquiera haber hablado contigo. Lo que vistes, tus hábitos, tus necesidades, tu entorno, tu círculo de amigos, incluso tus frustaciones, cambios tu ánimo, esperanzas, planes... todo a golpe de clic.
Imagínense una sociedad distópica en donde sus propios habitantes se encargan de proveer la información, de mostrarse como radiografías, para ser clasificados, calificados, rechazados, aceptados, juzgados. Hemos avanzado tanto que ni siquiera es necesario crear leyes u obligar a los ciudadanos a registrarse y compartir información: ellos mismos lo hacen y con gusto ¡vaya! Como en el mundo Feliz de Huxley, hoy nos sentimos felices y plenos compartiendo información. Recibimos vacuas y sobre todo, falsas gratificaciones al hacerlo. En la novela de Huxley, los protagonistas no juzgan el hecho de pertenecer a una u otra clase, no se preguntan porque hacen lo que hacen, solo lo hacen porque reciben (y están acostumbrados a recibir) gratificación al hacerlo.
Que grandioso era el ser humano con sus parcelas de intimidad, con esa esperanza de no saber que cosa te podría deparar al relacionarse, que delicia era descubrir que alguien tenia cosas interesantes que contar, intereses profundamente personales que compartir con un café o formas de pensar para jamas compartir, mejor dicho cualquier cosa: individualidad.
Hoy somos felices descubriendo a los demás como radiografías, para inconscientemente copiar sus comportamientos, acciones, vicios, esperanzas. Es bastante paradójico que en la sociedad que se dice la mas libre que ha existido (vaya ironía!) la gente esta terminando motu proprio siendo iguales unos a otros. Comportándose de la misma forma, compartiendo los mismos pensamientos, deseando lo mismo, desear, desear... y compartir nuestra información, como el soma de Huxley, nos llena el espíritu.
La gran paradoja de estos tiempos es que tenemos por fin el poder para ser completamente iguales !Euforia!. Finalmente, ¿Qué esperamos si somos maquinas de copiar!?